Ya se que esto va a parecer raro. Yo me alojo al Oeste de la Habana, en el Vedado, por lo que todas las mañanas dirijo mis pasos o las ruedas de algún almendrón hacia el Este. Hoy no. Hoy voy a caminar hacia el Oeste, todo casas sin nada reseñable, excepto el cementerio. Es justo hacia donde me estoy dirigiendo, a pie. Según avanzo por la avenida 23, la situación se va deteriorando. Los tipos humanos que me voy encontrando, denotan, claramente, una economía aún más precaria, si cabe, que en el resto de esta enorme urbe de casi 3 millones de habitantes. La suciedad en las calles aledañas y la falta de mantenimiento de los edificios, te hacen dudar si estarán ocupados o abandonados. La ropa tendida delata lo primero.
En unos soportales, a mi izquierda, veo lo que me parece una viejecita con mascarilla, dormida en el suelo sobre unos cartones. Paso de largo. Me paro. Vuelvo y, sin que abra los ojos, dejo un billete junto a ella y me voy. Avanzo unos metros y retrocedo de nuevo. Se lo va a quitar alguien o va a salir volando el billete. Se ha despertado y está sentada mirándolo. Me siento a su lado.
Kenia no es ninguna viejecita, su mascarilla, horrorosamente sucia, me impedía ver que no tendrá más de 50. Me decepciono un poco porqué me parece que los ancianos aquí tienen muy comprometida su existencia. Charlamos un momento y todo parece normal, aunque no entiendo nada de lo que dice. Será el acento. Al hacernos una foto de recuerdo, me da un beso de agradecimiento, no se. Me despido, pero no está por la labor y sigue 20 minutos caminando a mi lado. Veinte minutos sin parar de hablar ni para coger aire. Veinte minutos de los que no entiendo el 99% de lo que dice. Creo que está enferma, que es indigente y que su pareja es un ladrón…La gente del barrio nos mira al pasar, desde luego no hacemos buena pareja. Lo siento pero me la quito de encima en cuanto pueda, lo siento.
El cementerio Cristóbal Colón es enorme y tiene un buen puñado de sepulturas que son verdaderas obras de arte. Se respira paz en su interior, la misma que en todos los cementerios. Es un lugar perfecto para meditar o para relajarse bajo la sombra de cualquier árbol. Aquí no hay cipreses. Alejo Carpentier es el inquilino más famoso pero hay unos cuantos hombres y mujeres de renombre. Voy contemplando con mucha calma, admirando cómo puede transformarse el mármol en estas esculturas tan bonitas. Paso junto a la tumba de los padres de José Martí, españoles ambos, en cuba es como un dios, es el ideólogo de la revolución y de la independencia de este país. Fidel está en un segundo plano en todos los sentidos. Por alguna razón me paro junto a una sepultura más humilde y nueva, me llama la atención su inscripción «Te llevaré conmigo hasta que volvamos a vernos, nunca te diré adiós #nene. Esta es la fecha de nuestro primer beso 22-08-2019 donde empezó todo y no existe fecha en donde acaba porque nunca acabará.» Laura Herriman. ¿A que ya no pensais que estoy tan loco visitando cementerios? Otros consumen novelas de amor y telenovelas más empalagosas que un pestiño y más falsas que el beso de Judas. Aquí está todo el amor del mundo concentrado en unas hectáreas. Se siente.
Leo Jacas es el sacerdote de la bonita iglesia que está justo en el centro de este enorme cementerio. Van a cerrar en cinco minutos pero me deja entrar. Se ve rápido. Unas bonitas vidrieras. Una cúpula. Un retablo y poco más. Me despido no sin antes preguntarle por la localización de Alejo Carpentier, o lo que queda de él. Salgo. Me quedo un momento a la sombra del pórtico y sale Leo.
Leo, estuvo en la guerra de Angola como radiotelegrafista, fruto del ascenso que le supuso y de que domina perfectamente el Africans y el inglés, fue destinado por el gobierno cubano 4 años a Holanda como encargado de fletes marítimos y compra de suministros para Cuba. Un barco cargado de papas para plantar, llegó a su destino con todo el cargamento podrido. Juicio y condena de 10 años. Cinco años en la cárcel tardó en que, gracias a contactos en España y en la Santa Sede le repitieran el juicio y le declararan inocente de todo. Se metio al seminario y aquí está, después de otros destinos. Todo esto resumido. Podéis imaginar su ideología actual. Dice que los cubanos son el pueblo que mejor «gestiona» el silencio, de ahí su desesperanza. Nos han dado las uvas y el pobre se ha quedado sin comer, creo yo. Nos despedimos y me voy a la tumba de Alejo.
Los alrededores de este cementerio son muy turbios y el local donde acabo de entrar para comer algo, probablemente el peor, solo lasaña y espaguetis con jamón. Espagueti. Tenía que haberme marchado. Los espagueti me dicen que me vaya urgente, que no les coma. No les hago caso. A ver qué pasa luego.
Paro un almendrón para acercarme a la Habana vieja y estar un rato por la tarde. En el primer semáforo se para. El chofer sale, abre el capó, entra. Nada, que no arranca y estamos en mitad de la avenida. Nadie se altera. Vuelve a salir, capó y vuelta a empezar. Esta vez sí. Menos mal, arrancamos. Cien pesos los 8 km(60 céntimos de euro).
Vuelvo a recorrer las bonitas calles de la Habana Vieja charlando con uno y con otro, paso por «la bodeguita de en medio», no me interesa en absoluto. Me tomo un Mojito enorme en la plaza Vieja, el de ayer era mucho más pequeño. El camarero me pide hacer un trueque de su movil viejo por mi cámara… Hay un gran bullicio en la plaza, claro, es domingo.
En la esquina de una calle está Ramses, no primero ni segundo, Ramsés sin más, se dedica a localizar clientes para un restaurante próximo. Yo ya he comido Ramses. Charlamos de la situación de cuba, se nos une un transeúnte cubano y luego un indigente. Vaya grupo que hemos montado. A pesar de la cámara de seguridad que tenemos sobre nuestras cabezas, no se cortan un pelo. Lo de todos, que no nos dan ni para comer. Que el estado se queda con los beneficios de bares estatales, hoteles estatales, alquileres etc y no lo repercute en el pueblo. Que esto tiene que explotar de una vez, como el 11 de julio pero a lo bestia. Espero que así sea. Se está poniendo el sol y yo quería hacer alguna foto en el Malecón, llevamos aquí mas de una hora de pie. Me despido y me voy. Camino los 4,5 km hasta casa contemplando la algarabía del Malecón a estas horas. Es un lugar para compartir, niños, mayores, parejas, vendedores de todo tipo, músicos que amenizan cada 100m y todo junto a este bonito mar que, por cierto, nadie usa porque está prohibido bañarse…
Hasta mañana














Deberías ir a bañarte a alguna playa o en las rocas. Sacarte de encima tanta desdicha, estoy convencida que después tus fotos van a ser aún mejores. 😜 🦋. En serio, date un chapuzón
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Sabía la situación de cuba antes de venir y tambien creo que no va a durar mucho, dadas las circunstancias. Esa es la razón de moverme por donde me muevo, espero que esto sea historia en poco tiempo. Para mí es toda una experiencia que me va a hacer apreciar más lo que tengo. Aunque un bañito caerá y pronto. Un abrazo.
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