Montreal, un trozo de Europa

Me levanto en Ótawa, en casa de mi amiga Teresa. Ayer no la conocía, hoy la considero mi amiga, lo que son las cosas.  Desayuno, preparativos, despedida y carretera. Montreal está a dos horas, esto va a ser rápido, iré por autovía. Cada vez hay más carteles en francés, aunque aún estoy en Ontario. En las gasolineras hay mucha más gente que me pregunta sobre mi lugar de procedencia y sobre mi viaje. Son todos muy amables. La barrera del idioma es un obstáculo grande, no te impide comunicarte a poco que sepas, pero expresar los matices o tus sensaciones y sentimientos es «harina de otro costal» y eso es importante. Ayer Teresa, pensaría que soy un poco «cortito»y Ann y Mike también. Que se le va a hacer, yo soy de francés.

Me está aburriendo esta autopista soberanamente. Además, voy a llegar demasiado pronto. He reservado en un hotel  del centro y el check-in seguro que no será antes de las dos. Programo mi Garmín para que evite las autovías y autopistas. Esto es otra cosa. Ya he entrado en Quebec. Pueblecitos pequeños, con sus tiendas al por menor, floristas que solo venden flores, panaderos que solo venden pan, pequeños Bistrós. Que bonito y que familiar. La carretera se acaba en un lago que irremediablemente tengo que cruzar en un transbordador que está listo para zarpar. Me hacen señas para que suba a bordo con la moto. Veo el precio en un cartel, solo 3$ canadienses. Puedo pagar con tarjeta? No tengo cash!! De hecho nunca lo he tenido. No señor, solo cash. No me gusta mucho que me llamen señor. Se preparan para zarpar. Tendré que darme la vuelta por tres puñeteros dolares? Puedo pagarles con dólares americanos? Ellos no saben que yo he visto el cartel del precio. Afirman con la cabeza. Uno de los dos me dice «ileven». El otro le mira, como diciendo. Macho, te has pasao!!! y me dice: faif is inof!!! Hago un trágala, saco cinco dólares y subimos al barco. Es la primera vez que me encuentro un pícaro en este viaje.

La llegada a Montreal es un auténtico caos de carreteras. No me es posible identificar en el GPS entre tanta linea rosa, si la mía es la de la derecha o la otra de la derecha. Elijo «al tun tun» y hierro como cabe esperar, una y otra vez. Recalculando!!! me dice. Bueno ya no dice nada por que se me ha agotado la batería del casco. Recalcula sin decirlo y solo veo las indicaciones. Anoche se me olvidó ponerlo a cargar. Tanto vino…

Llego al hotel. Tiene buena pinta todo, no dan de desayunar, pero está estupendo comparado con los tugurios donde he dormido algunos días. Me dicen que hasta las tres no puedo hacer el check-in. Dejo todo allí, llevo a Serafina a un parking, se lo tiene merecido, y me voy con la ropa de moto a comer algo en algún sitio cercano. Está lleno de restaurantes. Este parece muy concurrido. No hay sitio. El de al lado es indio y no hay ni un alma. Por algo será, pero, me da buen rollo y entro. Tenemos menú del día. Señores!!! Menú del día!!! como en casa!!! De carne o de pescado. Pues de pescado, por Dios!!! y la cerveza, por favor, puede ser antes? y grande?.Una sopa de lentejas con curry deliciosa. Y tres platos, todos a la vez, uno con una torta, otro con arroz, verduras y langostinos en salsa y otro plato con pescado rebozado y aderezo. Voy a explotar!!!! y todo está rico, y 15 euros, aunque, de vez en cuando a los indios se les podía acabar el curry, como a mi en casa cuando voy a coger un ajo y no hay. No?

Después de hacer el check-in y de quitarme este traje, salgo a dar una vuelta.

Montreal tiene casi dos millones de habitantes y está situada entre dos ríos, el rio San Lorenzo y la Riviere des prairies, por lo que, en realidad es una isla. En invierno hace un frío del carajo por lo que han hecho una  ciudad subterranea, que no es mas que una extensisima red de túneles que conecta un lugar con otro y que al estar plagado de comercios, parece un centro comercial, sin más. La multiculturalidad se ve en cada esquina, en cada calle, y todo en Francés. Esta ciudad me va a gustar!!! Puedo hablar con cualquiera, decirle lo que me de la gana, sin pasarme claro, jeje. Llevo un mes hablando como un indio. Me siento en casa. Cuando caminas por esta ciudad, no tienes en absoluto la sensación de estar en América. Esto parece un trocito de Europa. Su herencia francesa ha quedado plasmada en toda la ciudad, en los edificios, en los comercios, en el modo de vida. Vuelvo a ver mucha gente haciendo ejercicio y bicicletas por la calle. Cafés y restaurantes mezclados con viviendas. Podríamos estar en camden town o en el Quartier Latin o incluso dando una vuelta por Lavapies. Igual me he pasado!!! En una palabra, estoy en casa!!!

Me dirijo al barrio antiguo, solo serán dos o tres horas, pero será una buena toma de contacto. Llego a Notre Damme, preciosa, hace un mes que no veo una iglesia antigua. Independientemente de las creencias que tenga cada uno, las iglesias forman parte de nuestro paisaje urbano y de nuestra historia. Desde luego que no tiene ni para descalzar a su homóloga parisina, pero es bonita. Intento entrar pero me dicen que ya están cerrando. No me importa, mañana vengo. Hago unas fotos y sigo paseando. Calles empedradas, farolas, gente sentada tomando algo. Que maravilla. No hay McDonald, ni Starbucks, ni Burger king. Cada uno pone el nombre que quiere a su negocio, le da su impronta y obtiene sus recursos en función de su habilidad y su suerte. Tenemos que luchar por no perder la identidad, Chavales!!! No quiero que me de lo mismo entrar en un sitio o en otro por que todos sean iguales. No quiero que todo tenga su ISO. No quiero que me atienda siempre un estudiante. Quiero sorprenderme. Quiero hablar con el dueño y que me cuente sus problemas. Quiero que me atienda una señora mayor con delantal. Quiero que me recomiende el menú el que lo hace, no el que lo saca del envase y lo calienta. Quiero esperar a que me pongan el café por que hay que calentar la leche un poquito. No quiero mas tarrinas de leche. Norteamérica me ha parecido grande en todos los sentidos. He encontrado gente amable en cada esquina y en Canadá especialmente. Su naturaleza es desbordante y volveré cuantas veces mi salud y mi economía me lo permitan, pero, el individualismo, el aislamiento y la globalización que se ha comido de un bocado la tradición, no me gustan. NADA.

La zona del río es una gozada, paseos, gente en pédalos, barquitos atracados en sus pantalanes, la gran noria que, lentamente enseña la ciudad desde lo alto a quien quiera montar. Creo que me voy a descansar. Mañana terminaré de ver esta maravillosa ciudad.

Hasta mañana

 

 

 

 

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