Portland

Si hoy llego a Portland, voy sobre lo previsto. La carretera se ha convertido en 101 en la costa de Oregón, sigue siendo bonita pero no tanto como la 1 de California. Oregón es un estado que huele a madera y a resina. Cada dos por tres te cruzas con un camión repleto de troncos pelados que, junto a las serrerías y a los interminables pinares, hacen que el olor del mar quede totalmente anulado por ese olor a madera tan agradable. En la moto, los olores son generalmente un plus. Los pinares se acercan hasta el mismísimo borde del océano, como queriéndolo invadir. . No en vano, las matrículas en Oregón suelen tener en medio, dibujado un árbol. Parece una sequoia, no lo se. Aquí los bosques  son únicamente de coníferas, eso si, descomunales algunas.

Me paro a comer en un pueblo precioso, Lincoln City. Esta gente adoraba al señor Abraham, al menos en el norte . El pueblo es de pescadores, pero ni color con uno de los nuestros, aquí no hay salsilla de pueblo, pero bueno, no está mal. Quiero este pescado, please. Le saco ketchup? grrrr!!! Mira que la arreo!!! Nou cenquiu!!. Hago una o dos fotos y charlo con un matrimonio que  van a San Francisco a una boda. Me comentan lo bonito de su país. Imposible retenerlo. Además mi agenda está más que apretada. Continuo la ruta. Serafina como una roca a pesar de sus zapatos con un plano.

Ya he dejado la costa y me dirijo al interior. Que bien, sube la temperatura. Tengo los labios cortados del frío. Hoy he tomado medidas. Según avanzo hacia Portland va subiendo la temperatura de 12 grados a 21, no está mal.

Hago una parada en Keizer, tenía que parar. Pasaba justo al lado. Unos kilómetros después, por fin, he comprado una sim prepago, a buenas horas. Ya estoy conectado permanentemente. Me asustaba no estarlo en Canadá si es que me alejo un poco de la civilización. Que va a ser que no.

Portland es una ciudad muy interesante. Es la más grande de Oregón. Aquí debe hacer frío, pero hoy no, sobra la chamarra incluso de noche. En mi opinión, la estética de esta ciudad queda eclipsada con la cantidad de indigentes que hay. Uno en cada esquina. Piden. Duermen. Charlan. Es absolutamente inaceptable calles llenas de tiendas de Armani y Cacharel y plagadas de sin techo, jóvenes, morenos y sobre todo rubios. Mas hombres pero también mujeres. He cenado en un japones. Es de noche. Camino por la calle solitaria excepto por sus inquilinos perpetuos. Me siento en un parque casi sin iluminar que tiene una catarata. Hago una foto. Me voy a dormir.

Mañana me despido temporalmente de USA.

Hasta mañana.

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