«Pura Habana»

28 de Febrero de 2023

El día de ayer, anodino, pesado, como todos los viajes largos en avión. Parece que nunca se acaba, 400 personas como ganado durante 9 horas mas los extras de salida y llegada. En fin, se hizo y ya está.

Hoy es harina de otro costal. Esta ciudad te atrapa, te rompe, te hace cuestionarte todo a cada minuto. ¿ Por qué demonios he venido? ¿ A que no me voy nunca? ¿ Que suerte tengo por haber nacido en el lado bueno? ¿Seguro que he nacido en el lado bueno?

Parece que llevo una semana y hoy ha sido mi primer contacto, me han ocurrido tantas cosas…Malas lenguas aparte, mi objetivo en este viaje, es mas una toma de contacto con la calle que hacer turismo clásico. Charlar con la gente en vez de tumbarme sobre la arena acompañado de un mojito. Y otro mojito…

Estoy en el Vedado. Un apartamento discreto pero aceptable. Seguido de este barrio, hacia el este, está Centro Habana y más allá, Habana Vieja. Los tres barrios están seguidos y unidos entre si por el Malecón, un bonito paseo junto al mar, si miras al mar. Después de un desayuno rápido en el Habana Libre, me acerco hasta el Malecón y camino hacia el este, acompañado del sonido de las olas a mi izquierda y de los ruidosos coches tartana a mi derecha. Hay muy poca gente y el día es espléndido, tengo 3 km de paseo hasta llegar no se a donde, por que no tengo claro a donde voy.

El agua es cristalina y tranquila. Aquí estoy, caminando con mi cámara encima. A lo lejos, sobre el murito que separa el mar del paseo, se dibuja la silueta, a contraluz, de un hombre. Me acerco y además de ver, oigo. Toca la trompeta mirando al mar. Me acerco aún más. Tendrá mi edad. Toca como los ángeles. Me paro junto a él. Sigue tocando. Hago una o dos fotos después de pedirle permiso. Charlamos casi una hora. Parece majo y evidentemente toca la trompeta para mi, no para él. Luis siempre se ha dedicado a la música, incluso ha compuesto algo de Son cubano. Cobra una pensión del gobierno de 3000 pesos al mes ( unos 20 euros) y toca en una banda y algo por la calle para completar su mísero sueldo y poder llegar a fin de mes. Nos pasamos los teléfonos y quedamos en llamarnos a las 15H, le doy unos pocos pesos y sigo mi camino.

Esta ciudad está cayéndose a cachos, da miedo caminar bajo los balcones. Una foto acá y otra allá. Me desvío del malecón y me adentro en el decrépito barrio de Habana centro. No huele mal pero está en un estado deplorable. Me he prometido no juzgar a Fidel y sus herederos pero me va a costar horrores.

Junto a su casa destartalada está Beatriz, de pie, no pide, solo mira. Yo me paro junto a ella. -¿como va la mañana, señora? ¿Será tonto este tipo? ¿ Porqué se para junto a mí?. Beatriz tiene 82 años. Vive sola. Jubilada. Fue comadrona toda su vida. Ahora mira a la gente pasar. Le pregunto que como está. Un bien que suena a mal, a muy mal, a rematadamente mal, vamos. No tiene dientes, ni arriba ni abajo. Tengo dentadura pero se me cae. ¡¡¡Por el amor de dios!!!! Soy un protésico dental atado de manos. Soy un técnico frustrado en estos momentos, la miro, no tiene reborde alveolar. Algo me iluminó en Eroski el día que fui de compras para este viaje y compré un tubo de pegamento dental por si alguien lo necesitaba. He quedado con ella mañana. Cobra 2500 pesos de pensión. Mi desayuno de esta mañana 500.

Jorge Luis rebusca en la basura. Tiene una conversación muy amena, aunque huele «un poquito». No me importa nada. 44 años en la marina cubana de maquinista. Ahora con su pensión no llega a fin de mes y se busca la vida. Nos sentamos en la acera junto a los contenedores y charlamos. Me tropiezo con él y se le rompe una bolsa que ha sacado con «frijoles» y arroz. Que apuro, por dios. El amor de su vida, su mujer, murió el año pasado. No tiene ganas de seguir adelante. Hemos quedado mañana a las 11h. Tomaremos un café juntos.

Sigo con mis fotos, una tras otra. Este restaurante de la esquina parece agradable. Las calles abarrotadas. Ningún turista en esta zona. El restaurante vacío. Pollo con verduras y dos cervezas. Los camareros son muy agradables, Christian y Daimari.

LLamo a Luis, el trompetista, viene a buscarme con una scooter desvencijada. Se me cae la cámara al suelo antes de montarme ¡¡¡ Que horror!!!, esta es una de las razones por las que necesito una buena cámara, cada día soy más torpe. El guionista, al final, no puede evitar montarme en una moto. Circulamos hasta su casa por centro Habana, pi pi, pi pi pi, nada, que no se apartan. Luis vive en un primero con su hermana María. Un apartamento indescriptible. Muy humilde, lleno de cosas, donde se mezcla una sofá con la cocina y una cama o dos en un altillo hecho por ellos al que se accede por una escalera de madera, todo en la misma estancia. Me pone un café y escuchamos música suya sentados en un sofá de «muelle visto». Que momento tan maravilloso. Aparece su hermana María. Fue profesora de baile cubano. Enseñó hasta algún gerifalte del partido, dice. Todo el mundo puede aprender a bailar, todo es ponerse. Yo no María, tengo una escoba soldada a mi columna. Se ríe con sonrisa pícara mirando a su hermano y mostrando, ambos, uno o dos dientes de oro. ¡¡¡ María, enséñale unos pasos a Montxu!!! ¡¡Ni de coña Luis!! digo yo. No bailaba ni con 20 años, para hacerlo ahora…

Un paso para adelante, uno pequeño para atrás. Ahora lo mismo pero lateral. Lo estás haciendo bien,( no ha dicho muy bien…) ¿a que sí, Luis?. Bailamos entre las sartenes y el sofá raído. Luis mira satisfecho. Yo no tanto. Charlamos, bebemos una cola cubana después del café y el baile y me despido. No me piden nada pero necesitan de todo. Demasiadas emociones en un solo día. Me voy caminando y me hago unos espagueti que he traído de Bilbo.

Ni mil Varaderos me harían cambiar ni una coma de este día.

Hasta mañana

3 opiniones en “«Pura Habana»”

  1. Montxu, demasiadas emociones para un día, dosificate… Todavía te queda demasiado de ver. Que envidia me das.
    Cuidate mucho.

    Me gusta

Deja un comentario