Un día tranquilo en la Habana

Hoy ha sido un día tranquilo, creo que me empiezo a acostumbrar a esta ciudad, espero no ver como normal lo que no es. Va a ser imposible. Lo que si es cierto es que camino por los suburbios como por mi casa, tranquilo. Tenemos la costumbre de considerar sospechosa a aquella persona que no hace nada, están sentados en las calles sin más, contemplando la vida pasar. Creo que en este país no hay otra, pero son igual de fiar que en nuestro entorno.

Por supuesto, el tiempo un calco a los anteriores días, quizá alguna nube suelta.

Recorro todo el malecón de este a oeste. Desde el Vedado a Habana Vieja. Hoy quiero ir empezando a zambullirme en La Habana turística, en lo que ve todo el mundo que viene a cuba y se acerca dos días a esta ciudad. No puedo evitar, entonces, pasar delante de Luis el trompetista. Este hombre, al que ya voy conociendo, se coloca cada día en una zona poco turística del malecón, al otro lado del hospital, por lo cual, al no pasar casi turistas, recibe pocas propinas. Me intriga. Le saludo. Le escucho una canción y se lo pregunto. La respuesta es que necesita hacer, cada día, sus ejercicios de trompeta y, para eso necesita estar solo de vez en cuando. Vale, será así. Le comento mi plan del día y nos despedimos, no sin antes invitarme al ensayo de su banda, hoy a las 16h. No creo que pueda, Luis.

Un poco más allá, 10 niños de 11 o 12 años juegan al beisbol. Me paro junto a ellos y me siento en un banco. Hace un sol de justicia. Les pregunto si puedo hacerles una foto jugando. No se lo que han entendido pero, automáticamente dejan todos de jugar y vienen corriendo a mi banco. Todos en torno a mí. Perdonar, pero he dicho lo de la foto. Ya, pero qué tienes en la bolsa? Tienes agua? Tienes caramelos? LLevas una cámara? Tienes bolis? Eres de España? Cuantos años tienes?…. Tengo un paquete de regaliz. Casualmente con diez barritas. Qué alivio, esta vez no dejo a nadie fuera. Lo reparto. Lo prueban. Muchos lo tiran al suelo, no les gusta. La mitad de ellos se va. Vaya por dios. No te preocupes, son niños malos, me dice uno de ellos. Tienes algo más?… ¿Como se les llama a los toros que ya han toreado y que no hay por donde pasarles el capote? «Con toro que ya ha toreado vete con mucho cuidado». Pues eso, uno por la derecha otro por la izda, todo son manos… que agobio, ja ja ja. Bueno, son crios. Estoy un rato con los más tranquilos y me voy.

Las calles de Centro Habana son lugar de reunión para los vecinos, espacio de intercambio y trueque, a la vez que talleres improvisados para reparar, en plena calle, coches, triciclos, lavadoras y lo que se tercie, esto no se ve en la Habana Vieja.

El callejón de Hamel es un lugar en pleno Centro Habana, supuestamente relacionado con la santería, con una decoración profusa y absurda donde te intentan timar antes ni de hablarte y que no recomiendo ni pisar, por absurdo y por caraduras, dejo una foto para que os hagáis una idea. He entrado y salido casi corriendo. Que fantochada.

Encuentro a Beatriz en su acera, sentada, y estoy media hora con ella, se alegra mucho de verme y yo a ella. Una vecina dice que a ver si a sus años se ha vuelto jinetera…con sonrisa pero ahí queda. Beatriz la manda a ese sitio. Me dice que hay un señor que le corta la luz. «Un señor malo». Ciertamente su casa es como una cueva. Me despido con dos besos y me voy, hoy la he traído un gel de baño.

Cuando entras en la Habana Vieja, una vez que cruzas el paseo del Prado viniendo del oeste, mañana haré más fotos, parece que entras en otro mundo. Todo limpio. Todo restaurado. Historia de España y de Cuba mezcladas mires por donde mires. Ya no se ve gente humilde casi y los que están, tienen un objetivo claro, sacarte los cuartos. Reclamos de espectáculos, de restaurantes, de mercado negro, de puros, de chicas, de guías… es cansado.

Me siento junto a un señor que me parece extranjero a descansar un poco. Hablamos, y no, es cubano. Ha trabajado 20 años en USA pero volvió por su madre y al quedarse mas de un año perdió la residencia y no pudo volver. No hay un cubano sin historia triste. Se llama Roberto, el mismo nombre que otro que reparaba su coche. Me da mucha información sobre transporte y como llegar a Viñales y a Cienfuegos, dos ciudades a las que quiero ir. Me despido deseándole buena suerte. Me siento en la plaza vieja. Bullicio de turistas. Me pido un mojito. El primero de este viaje. Qué rico está. Son las seis y estoy cansado de patear, voy a coger un taxi por primera vez. Me lleva hasta Vedado y ceno una pizza.

Fín del día.

Hasta mañana

2 opiniones en “Un día tranquilo en la Habana”

  1. Menuda Novela, me tiene enganchada. Increíble, aunque sabemos lo que hay allí el leerlo de primera persona emociona todavía más.
    Muchas gracias por compartirlo ☺️

    Me gusta

Deja un comentario