Hoy me despierto recuperado y con ganas de marcha. El desayuno que me acerca Rey ha sido copioso, preparado con esmero y sabroso. Un buen café como corolario lo completa.
Mañana vuelvo hacia La Habana y tengo que reflexionar qué haré los días sucesivos, así que hoy toca aprovechar el día. Cueva del indio, Palenque de cimarrones y si me da tiempo, el Mirador de los Jazmines. Rey me ha agenciado una bicicleta, desde luego que la pago, lo que quiero decir es que tú pides y recibes inmediatamente, sin trámites, sin preguntas, sin demoras, así es este hombre, y estamos en Cuba, no lo olvidéis. ¿Entendéis, además, por qué Ana es una buena jefa?
Cojo la bicicleta y me hecho la cámara a la espalda. Me monto. Ya estamos, como siempre. ¡¡Joder qué sillín tan estrecho!!. La pregunta es la siguiente, si los culottes de bici llevan acolchado donde contactan con esa sensible zona de nuestra anatomía, ¿no sería más sencillo dejarse de chorradas de una vez por todas, y hacer sillines más acolchados por defecto, para poder montarse con pantalones sin acolchar? Vamos, que yo no suelo meter un culotte en la maleta cuando me voy de viaje y uno, que es de trasero escaso, ya se lo que le va a pasar en media hora.
Arranco siguiendo el mapa con el plan del día que Rey me ha escrito en una hoja.
Los 70 baches que libro en el primer kilómetro, no son nada comparados con los 180 que me como. Ole!!. Mirar al paisaje y a los cráteres simultáneamente es jodido, pero podía ser peor estar pendiente de si se acerca un vehículo por detrás, aquí esto no es un problema. Anuncian su llegada de forma múltiple. El estruendo de un motor de 1960 acercándose sería suficiente, acompañado del escándalo de una amortiguación de 1960 ya es imposible de obviar, pero, por si acaso, supuesto poco probable, que no te hayas enterado, aquí todo el mundo pita y como recuerdo del evento, una vez rebasado, el perfume «incombustido»de gasolina, te deja meditando hasta el próximo. Afortunadamente el tráfico es escaso y hoy, el ánimo, es alto.
Pascual me aguarda en la zona de parqueo, pero yo, que no le veo, me meto con mi bici y mi culo hacia la cueva. Grita. Grita otra vez y, ahora sí, me percato que la voz era para mí. Pascual es un señor con más sangre africana que la media y por varios comentarios que he oído, intuyo, solo intuyo, que están, generalmente, en otro nivel social.
Pascual trabaja 8 horas en el aparcamiento y cada dos días, además, guarda de seguridad de 24 horas en la cueva, toma ya. Su sueldo, mejor no lo pregunto, ya me lo se.
La cueva del indio se compone de dos partes, una seca y otra húmeda. Por la seca caminas en solitario, aquí no hay casi nadie. Cuando llegas a un lago interior, esperas un rato hasta que una barca manejada por un señor te viene a buscar. Se va la luz. Me río por no llorar. Supongo que esta sería la vista buceando en una cazuela de txipis. Espero y vuelve en cinco minutos. La cueva es muy bonita. Estalactitas, las de arriba, muchas y variadas. Estalagmitas, las de abajo, menos. LLega el bote y entramos, ya estamos cinco. Esto se parece a una botella, esto se parece a un pez boca abajo, esto se parece a un indio de perfil, esto se parece a un cocodrilo, ya hemos acabado señores ¡¡Que corra el cestito de las propinas!! No ha estado nada mal, sin tirar cohetes, claro que yo no veía nada de eso que decía el barquero, bueno el pez boca abajo sí, pero a mí me parecía más bien un ojo de lado o más concretamente una simple elipse vertical…
Pascual, junto a mi bici, mi cadena, no. Ella no se encuentra en su sitio y la de la chica que la ha dejado junto a la mía, tampoco. Ella ha llamado a la empresa de alquiler que ya están llegando. Yo coloco la cadena en su sitio, no es para tanto. Mis manos sí son para tanto ahora, negras de grasa. Un chaval me ve. Se acerca a una moto, espero que sea suya. Me hace poner las manos debajo de una espita del motor hasta que cae un chorro largo de gasolina. Me froto y ya no hay grasa. Ahora no me quito este olor en todo el día. Le doy las gracias y me voy. Esta tontería la hacen chavales para después ponerte la cadena y pedir unos pesos…
El palenque de los cimarrones es una cueva y una especie de fortificación que los esclavos negros, huidos de los españoles, llamados cimarrones, construían para defenderse y que no los recapturaran. A Pesar de todo, los cubanos nos tienen aprecio, o eso me parece a mí. Recorro el sitio con entrada en un lado de la montaña y salida por el otro. Es terrible pensar las condiciones de vida de esta pobre gente, arrancados de sus hogares en áfrica y traídos al otro lado del mundo a trabajar como n…no voy a acabar la frase. El efecto de semejante flujo de inmigración forzada y el mestizaje posterior ha conformado definitivamente al pueblo cubano. De camino hacia la entrada, dando la vuelta al mogote (montaña de piedra), visito una plantación de tabaco, Raúl y su hermano me la enseñan y me dan un master de fabricación de puros que supero a duras penas pero me voy con el título…200 metros más adelante veo un pájaro llamativo, no me da tiempo a cambiar de objetivo, que pena, es precioso y va en pareja de rama en rama, supongo que el macho es el de colores maás intensos, al que solo puedo fotografíar por detrás. Luego me entero que hay naturalistas que vienen hasta aquí, solo para verlo y que se van sin conseguirlo, quedan muy pocos y es el pájaro que representa a la nación cubana por tener los colores azul, blanco y rojo de la bandera. Ha sido todo un privilegio encontrarme con usted, señor y señora Tocororo.
Por cierto, hablando de macho y hembra, aquí, en toda Cuba, cuando alguien te dice los hijos que tiene, se refiere a los niños como varones y a las niñas como hembras. -¡¡Tengo un varón y una hembra, amigo!!
Marisol aguarda junto a mi bici, cuidandola, charlamos un rato, la misma historia, a cada cual más triste diría yo. No se si tanta resignación me está gustando. ¡¡Un poco de mala leche, leñe, buscad culpables!! No sigas hablando con Marisol que veo que le estas gustando y esta mujer se enamora rápido, me dice su compañero. En Fín, serafín…me voy.
Llego a casa de Ana Luisa y Jorge, donde me hospedo en una habitación que hoy tengo que dejar porque me quedo un día más y no hay sitio, dormiré donde una vecina. -Ana, ya se que es muy tarde, ¿me puedes poner algo de comer? «Calne de res, arós, fríjoles, malanga frita y tomate con pepino», todo riquísimo.
Subo hasta el mirador de los Jazmines a ver la puesta de sol, llegamos reventados de la subida (mi culo y yo..). La vista es preciosa pero está nublado, no importa, por el contrario, sobrevuelan constantemente los tiñosos, aves rapaces de hábitos asquerosos como podéis suponer por el nombre. Hay más que gallinas en estos pueblos. Fotos y cuesta abajo.
Ha sido un día estupendo, hasta ahora…
Me cambio de casa. Menos mal que solo es una noche… Vaya sitio donde me has metido, Ana. Además se va la luz y tengo que entrar con la linterna del teléfono y así sigo. Sin aire ni ventiladores y un calor de muerte.
¡¡VIVA LA AVENTURA!!!
Hasta mañana














