¿Serafín y la pelota?

 

Empecemos por el título. Desde luego que ni soy Serafín, ni esto es un blog de pelota vasca. En 1968, que lejos!!, un niño de 10 años, yo mismo, luchaba día tras día en el frontón del colegio El Patronato de Sestao, por acertar con el golpe correcto que llevara la pelota por encima de la chapa, cosa que era especialmente difícil cuando venía rozando la pared lateral, en la pelota mano la pala es la propia mano y yo tenía en alta estima la mía, de tal forma que, por miedo a quedarme sin uñas, no apuraba el golpe y la pelota, una y otra vez, se empecinaba en pasar de largo como si tal cosa. Mi tozudez o tal vez fuera mi torpeza, no lo sé, hizo que se fijara en mí un anciano que habitualmente nos observaba en el patio, él me enseño a jugar día tras día, me enseñó a disfrutar de la pelota a pesar de que la mía era de goma, nada apropiada para este deporte. A estas alturas ya podréis suponer que el anciano era el señor Serafín que, además de experto en el juego, era artesano pelotari, fabricaba pelotas profesionales de mano. Tal fue mi insistencia, que Serafín me dejó acompañarle a su casa y presenciar cómo se fabricaba lo que, desde entonces, se convertiría en mi objetivo, mi único deseo, mi pasión, conseguir que Serafín fabricase una para mi y me enseñara a usarla.

Serafín necesitaba para fabricar una pelota: goma virgen para hacer el potro que, según me decía, venía de América, lana con la que rodeaba el potro de goma responsable del bote y que le daba el volumen deseado y dos trozos de cuero cuidadosamente cosidos que formaban el exterior de la pelota, toda una delicia de artesanía!! «Si quieres que te haga una, tendrás que traerme la lana necesaria para hacerla», objetivo principal en mi vida a partir de ese momento, conseguir que Ama me comprara la lana  y de la calidad adecuada para llevársela a Serafín.

Fue tanta mi insistencia y tan prolongada en el tiempo, fueron tantos «no seas tan pesado!! otra vez con Serafín y la pelota este niño!!» que al final pude entregar a Serafín la lana necesaria con la que hizo mi pelota, mi maravillosa pelota!! que acariciaba con grasa de caballo, cada día, después de jugar. Desde ese año, cada vez que algo o alguien conseguía apasionarme » ya está Serafín y la pelota» era la mejor forma de  expresar lo «cansino» que podía llegar a ser hasta conseguir mi objetivo.

Por cierto, yo tenía 10 años, Serafín unos 70, vivía solo, era un perfecto desconocido, nadie le impedía disfrutar viendo jugar a los niños, ni a mí contemplar y admirar su trabajo en su casa. Ninguna mente sucia ni sobreprotectora se cruzaba en nuestro camino…Nos dejaban, como a cachorros, explorar el mundo y aprender.

Serafín no solo me enseñó a jugar, me enseñó a disfrutar creando algo con mis propias manos y con él, fui consciente por primera vez, del placer que supone, no solo conseguir el objetivo, sino el camino que conduce hasta él. Serafín y la pelota fue mi primera pasión, también mi primer gran triunfo, al que siguieron otros que me han permitido disfrutar y en ocasiones sufrir para llegar a cumplir mis metas.